7 cosas que nunca te dijeron sobre “Veinte mil leguas de viaje submarino”
Resulta inevitable embarcarnos en alguna aventura de Julio Verne en una fecha especial como hoy, en la que se celebra el Día de la Gente de Mar,
un colectivo inspirador y de cuyo espíritu y particularidades se han
nutrido durante siglos los escritores para moldear el
carácter de algunos de los mejores personajes de la literatura
universal. En España, Pío Baroja no sólo fue el autor más prolífico en cuanto a la temática marítima, sino que además reivindicó que los marineros tenían que salir de su estado de “semioscuridad” y convertirse en protagonistas: “Los hombres iban y venían por el océano, sufrían sus embates y sus cóleras y [los escritores] no le concedían importancia”, lamentaba el autor vasco en un ensayo sobre este género.
Como particular homenaje al mar y a sus gentes, queremos hablar hoy del clásico Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) desde una perspectiva diferente: contándote esas cosas de las que probablemente nadie te habló.
1.- Julio Verne se equivoca (varias veces)
Era un visionario, un pionero, un maravilloso fabulador, un concienzudo naturalista… Podía adelantarse, como en este libro, a la invención del submarino, de la escafandra autónoma, del mar como fuerza motriz; podía describir con absoluta precisión la composición de los fondos oceánicos y los paisajes del Polo Sur, aunque ningún ser humano los había pisado todavía, pero en operaciones de cálculo básicas cometía errores imperdonables. ¿Un ejemplo? Cuando dice eso de que “solamente en Inglaterra y en Estados Unidos setenta y cinco mil marineros y cinco mil barcos se dedican a la pesca del bacalao. Cada barco captura como promedio unos cuarenta mil, lo que hace unos
2.- Ya defendían a las ballenas antes de que existiera Greenpeace
Vale, el capitán Nemo puede nutrirse de todos los manjares culinarios del mar y utilizar sus recursos, puede incluso pelear a vida o muerte contra las criaturas de las profundidades del océano, pero eso de que se dispare a los cetáceos así, sin argumento, lo lleva fatal. Al arponero Ned Land, uno de los hombres que comparten cautiverio con él en el Nautilus, le suelta este discurso contra la caza de ballenas:
Sería matar por matar. Ya sé que es éste un privilegio reservado al hombre, pero yo no admito estos pasatiempos mortíferos. Es una acción condenable la que cometen los de su oficio, señor Land, al destruir a estos seres buenos e inofensivos que son las ballenas, tanto la austral como la franca. Ya han despoblado toda la bahía de Baffin y acabarán aniquilando una clase de animales útiles. Deje, pues, tranquilos a estos desgraciados cetáceos, que bastante tienen ya con sus enemigos naturales.”3.- La ciencia ficción también puede ser presente
Una curiosidad en esta obra es que Verne elige la primera persona para la narración, cuenta la historia a través del profesor Aronnax y a modo de dietario, con lo que refuerza el carácter testimonial del relato y, por tanto, su realismo y veracidad. Los acontecimientos que narra acaban de pasar cuando se publica la novela, lo que aumenta su cercanía en el tiempo y le añade una dimensión más inquietante: al tratarse de los océanos, los grandes desconocidos, juega a crear la idea de que el capitán Nemo podría ser un coetáneo de los lectores.
4.- No existe tensión sexual
Se trata de una novela de aventuras con afán didáctico (que en determinados pasajes puede convertirse en un soporífero manual de taxonomía de las especies acuáticas), pero después de 20.000 leguas recorridas y de diez meses encerrados bajo el mar, se echa de menos cierta tensión sexual, aunque sea entre el profesor Aronnax y su ayudante Conseil, quien alcanza el clímax de su relación de devoción-esclavitud cuando están a punto de morir por asfixia y lamenta no poder dejar de respirar “para dejar más aire al señor”.
5.- No deberías saber que habla de un submarino (¡ups!)
Es el problema de los clásicos: que al final te acaban haciendo más spoiler que con Juego de tronos. Aunque casi todo el mundo sabe hoy día que en Veinte mil leguas… el submarino Nautilus es el eje central de la narración, Verne plantea una incertidumbre en el arranque de la novela: frente a la superstición popular, los científicos creen que en realidad el extraño habitante de los mares con el que se encuentran los marineros es un narval. Saber que se trata de una embarcación subacuática hace que pierdan interés las primeras páginas de la novela.
6.- La vigencia de sus denuncias sociales
Lo más fascinante del capitán Nemo es que es un outsider que conecta muy bien con los problemas universales del ser humano. El enigmático protagonista deja claro que vive bajo el agua porque ha roto su relación con los hombres y sus miserias. Sus sentencias y sus denuncias sociales siguen estando hoy vigentes:
“No son nuevos continentes lo que necesita la Tierra, sino hombres nuevos”
“¡Salvajes! -dijo el capitán Nemo, en
un tono un poco irónico-. ¿Y le asombra, señor profesor, haber
encontrado salvajes al poner pie en tierra?”
“Ese indio, señor profesor, es un habitante del país de los oprimidos, y yo soy aún, y lo seré hasta mi muerte, de ese país”
“Yo soy el derecho, yo soy la
justicia -me dijo-. Yo soy el oprimido y ése es el opresor. Es por él
por lo que ha perecido todo lo que he amado y venerado: patria, esposa,
hijos, padre y madre. Todo lo que yo odio está ahí”
7.- El mar no pertenece a los déspotasUna de los míticos discursos que pronuncia el capitán Nemo sobre la mar ejemplifica a la perfección el por qué se sumerge: es una forma de ahogar los problemas, tiene la certeza de que los problemas que le asfixian en tierra firme no se pueden reproducir bajo el océano. Y eso le hace sentir increíblemente libre.
¡Sí! ¡Lo amo! ¡El mar es todo! Cubre las siete décimas partes del globo terrestre. Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que el hombre no está nunca solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo. El mar es el vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente, como ha dicho uno de sus poetas. […] El mar es el vasto receptáculo de la naturaleza. Fue por el mar por lo que comenzó el globo, y quién sabe si no terminará por él. En el mar está la suprema tranquilidad. El mar no pertenece a los déspotas. En su superficie pueden todavía ejercer sus derechos inicuos, batirse, entredevorarse, transportar a ella todos los horrores terrestres. Pero a treinta pies de profundidad, su poder cesa, su influencia se apaga, su potencia desaparece. ¡Ah! ¡Viva usted, señor, en el seno de los mares, viva en ellos! Solamente ahí está la independencia. ¡Ahí no reconozco dueño ni señor! ¡Ahí yo soy libre!”
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